Cuando hablamos de cordialidad, generalmente nos imaginamos
una persona amable, cortés, preocupada por atender a
quienes le rodean. Y ello es
cierto, pero con la palabra cordialidad hacemos referencia a algo mucho más
profundo. “Cordialidad”, palabra que deriva del latín “cordis”, corazón; alude
a quien pone el corazón en lo que hace; más bien dicho actúa desde el corazón,
desde el alma. La persona cordial mira
el mundo con amor: a todos y todo; por lo mismo, crea vínculos, se compromete,
se dedica, se encariña, se apega, se hace responsable. Contrario a la persona cordial, es el
indiferente; aquel que pasa de largo, que no se hace problema por nadie, no se
encariña ni compromete. El indiferente no crea vínculos, por lo tanto, no sufre
ni se alegra con el acontecer de los demás; no echa de menos, no valora, no se
compromete, no asume. El indiferente
mira pero no ve, pues es insensible.
La persona sensible es cordial; por oposición al insensible
que es indiferente.
¿Indiferentes o cordiales? ¿Qué tipo de persona somos? ¿Qué
caracteriza al hombre actual: su cordialidad - sensibilidad, o su indiferencia
- insensibilidad? ¿De qué forma repercute este actuar, en la vida propia y en
la de los demás?
La persona sensible, cordial, sabe de alegrías y tristezas,
de echar de menos, de nostalgias, de aproblemarse, de pertenencias: Se siente
vinculado a quienes le rodean, los objetos le pasan a ser familiares, los
paisajes los siente suyos porque se siente perteneciendo a ellos. El ser sensible es un ser vinculado. , esto
es, re-ligado, re-ligioso. Religado,
religioso, del latín re-ligiere, que significa estar doblemente ligado,
recíprocamente ligado: Cuando detienes tu caminar para mirar a tus amigos, tus
animales, tu barrio, tu escuela, tu país, tu…
los acoges en tu alma y das gracias por la existencia de ellos, porque
sientes que dan sentido a tu propia existencia…. Entonces, sientes que nada es
casual, que la persona cayó allí – precisamente, frente a ti, para que la
ayudaras a levantarse y, de esa forma, la ayuda que tú diste se volvió recíproca
porque tu alma se enriqueció con la vivencia y fuerzas del amor.
Así es, el amor nos re-liga: al dar, nos enriquecemos.
Observación: Ustedes se preguntarán porqué la palabra
re-ligión la vinculamos al ámbito de la fe.
La razón es que quien cree en Dios (llámele Alá, Buda, etc), con mayor
razón crea vínculos con Él con quien se da la re-ligación fundamental: del Creador
al creado.
El pedagogo debe ser un ser cordial, para crear vínculos
con sus alumnos, con su escuela, colegio o Liceo, con su universidad, con su país,
su barrio, con la naturaleza… Su cordialidad será el punto de partida del amor, pues su intención
primera no será usar y menos abusar.
Gabriela
Mistral iniciaba su decálogo de la Maestra con el primer mandamiento: AMA, si
no amas mucho, no enseñes niños.
Ahora bien, dificulta
el amar, la inautenticidad y la hipocresía
Necesidad
de existir desde nuestro ser y de amar
Necesitamos
re-flexionar, volver sobre nosotros para:
1º Descubrir
que somos personas: vinimos a la vida como personas y ello implica el reto de
existir como tales. Como seres que poseen una dignidad que implica derechos
pero también los mismos deberes. No
somos cosas que se pueden adquirir, reciclar, canjear; no somos vegetales que
tienen que esperar el agua para vivir; pues podemos ir por ella; no somos
animales que están determinados por su ser biológico y el ambiente; pues
podemos modificar ese ambiente y crear artificios que sobrepasen todo límite
biológico y ambiental: microscopios, telescopios, celulares, computadores,
naves que surcan mares y espacios, armamento…
2º Descubrir
que siendo personas, como también lo son
otros, somos personas únicas: cada uno es uno; somos una personalidad, un
personaje; pues no ha habido, no hay ni habrá otro como cada uno lo es. Somos, por lo mismo, irreemplazables: en nuestro ser, sentir, hacer; además, somos
íntimos: Sólo cada uno puede sentir sus sentimientos, doler su dolor, pensar
sus pensamientos, decidir sus decisiones. Esto ratifica nuestra dignidad como
personas “una”.
3º Descubrir que la capacidad de ser conscientes de nuestro
ser, nos hace responsables de la existencia que vamos realizando y que, según
nuestras decisiones, esa existencia puede ser más o menos impersonal; más o
menos alejada de nuestro ser esencial (Llamamos ser esencial al verdadero ser
que somos). Necesitamos existir en forma auténtica, ser leales con nosotros,
descubrirnos y amarnos, sólo así estaremos en condiciones de descubrir y amar a
otros seres que requerirán de nuestra
ayuda para encontrar el camino hacia sí mismos y, desde él, existir, amarse y
amar.
Hipocresía
e Inautenticidad
La insensibilidad y la indiferencia llevan
a la hipocresía y a la inautenticidad
1. El hipócrita: El
hipócrita es una persona no sincera; es insincero, es quien, conscientemente,
disimula, encubre, sus verdaderos afectos, pensamientos, quereres, envidias;
para lo cual, intencionalmente, elabora una fachada exterior que ocultará su
verdadera intimidad. El hipócrita o
insincero, es alguien que aparenta amar, aparenta estar arrepentido, aparenta
lealtad, cuando sus sentimientos son los opuestos: no ama, no se arrepiente, es
desleal. El hipócrita sabe muy bien lo
que anhela, quiere, piensa, pero miente a los demás, aparentando lo que no es:
finge, actúa.
2. El inauténtico: La inautenticidad es una actitud que afecta en una capa del ser
más profunda que la que afecta al hipócrita su hipocresía: El hipócrita no ama
pero hace que sus ojos se llenen de lágrimas ante quien finge amor para engañar
y hacer creer que ama: su amor es falso y él lo sabe. En la inautenticidad, la
persona sinceramente se esfuerza por amar a quien siente es un deber amar, se
esfuerza por sentir amor…. Como sabe lo que es amar: se obliga a pensar en la
persona, ser cortés, preocuparse de satisfacer sus deseos pero… no hay caso: su
amor es inauténtico. No lograr que el
amor hacia esa persona, que encuentra un deber surja, lo haga desde su ser esencial,
desde su intimidad.
Nuestra intimidad,
nuestro ser esencial se expresa en relación con lo y los demás: la naturaleza,
las cosas, las otras personas, Dios…
Tenemos una vivencia de nosotros mismos, de lo y los demás y ante ellos,
es decir nuestra intimidad, no sólo es, por así decirlo, un yo pleno de ideas,
sentimientos, emociones, anhelos, temores sino que se expresa… Esa expresión de
la intimidad se realiza a través de ciertas mímicas, gestos, tonalidades,
ritmo, acercamientos, distanciamientos que son visibles, se pueden ver. Así, a través de la expresión se revela, en
parte, la intimidad. Estando claro esto,
volvamos al tema de la inautenticidad.
En el caso del amor auténtico, vamos a poner
nombre a nuestro personaje, Luis desea amar a María; pero, a pesar de ello, no
logra –en lo más profundo de su ser (en su intimidad)- sentir ese amor. Intenta ayudarse procurando lo que se supone
es amar: pensamientos alegres al ver a quien tendría que amar, deseos de
besarla, sentir que hay una comunicación fluida y sobre proyectos comunes, sentir
interés por los proyectos de María, desear estar con ella y echarla de
menos; al mismo tiempo, rápidamente
desechar de su conciencia el aburrimiento que insiste en venir y el desagrado
de su olor… Pero todo eto es externo a su ser esencial, a su auténtica
intimidad. Todo lo que hace juan es un
intento de amar a quien realmente no ama pero que siente es un deber amar. El alma de Luis, respecto María, no es
generadora de amor; es impotente (no tiene la fuerza) frente a sus esfuerzos
por amarla.
En el caso
del amor auténtico, el alma es centro del amor y generadora de su expresión: es
la intimidad misma trascendiendo; es el ser esencial amando y besando… De ahí la expresión de sentimientos
profundos. Esta profundidad es la que
falta en el sentimiento del amor inauténtico; el ser esencial del cual
emanaría. El comportamiento inauténtico
pasa a ser vacío, puro formulismo, a pesar de la muchas veces buena intención
de la persona. En el caso del hipócrita,
también se da una actuación vacía, falsa, puro formulismo pero, a diferencia
del inauténtico, el hipócrita no intenta que el sentimiento, interés o estado
de ánimo emerja real sino que pretende
fingir para engañar: no tiene el más mínimo interés de amar sino sólo fingir.
La inautenticidad se
puede dar en distintos aspectos: sentimientos, como ya vimos; pero también
a nivel de voluntad, de ideas. Hablamos
de inautenticidad de la voluntad para
referirnos a quien hace todo lo posible por convencerse que se ha decidido por
una meta, vocación, proyecto de vida, con toda su alma, lo que implica la
realización de su ser y, en verdad, no es así, aunque lo quisiera. En nuestro ejemplo, Luis anuncia la voluntad
de proyectar una familia y vida completa junto a María… Pero, en verdad, lo que
hace Luis es auto engañarse, pues su voluntad no tiene la fuerza del ser sino
lo que le dice la razón que debe ser. Es
lo que pasa muchas veces, cuando la persona decide estudiar algo para lo cual
no tiene auténtica vocación. Entonces, para aminorar la frustración, intenta
sentir que es lo suyo, que tiene real interés, que se siente realizado, que su
decisión responde a una auténtica voluntad que realmente no existe. Al no ser
auténtica esta voluntad, la persona debe luchar constantemente por
quitar de la conciencia su auténtica voluntad y el desencanto. Contrariamente, cuando la voluntad es
auténtica y surge un obstáculo, la voluntad se fortalece: amas a alguien;
deciden formar una familia; surge un obstáculo: una enfermedad, una catástrofe
que echa por tierra la casa construida; la fuerza de la voluntad se engrandece
ante los obstáculos. Ejemplo de ello,
pudimos ver en el caso de la estudiante de medicina que sufrió un accidente que
le amputó sus cuatro extremidades. Su
voluntad por ser médico, le hizo aprender el manejo de sus prótesis de manos y
piernas, con tal rapidez y en contra de todo pronóstico médico, que terminó sus
estudios sin mayor demora para ejercer con excelencia profesional.
La
autenticidad y la inautenticidad en el ámbito de las ideas, puede darse en
distintos momentos:
1) Cuando el
conocimiento o ideas no tienen su origen en un problema auténticamente vivido
como tal. Todo conocimiento, toda
afirmación o juicio, surge como respuesta a un problema. La inautenticidad se puede ya dar en este
paso: La persona no siente relevante la problemática que estudia o nunca se ha
hecho problema; por lo cual se limita a memorizar ideas que, para otros pueden
haber significado una vida de dedicación, angustia, vocación investigativa. Este es uno de los mayores problemas
pedagógicos: el alumnos se encuentra estudiando pensamientos que le parecen
irrelevantes porque no aparecen como respuestas a interrogantes que él se haya
hecho.
2) La idea
misma no es auténtica, aunque la lógica y los hechos le demuestren que es
correcta, verdadera. Es la diferencia
entre persona instruida, erudita que ha memorizado una serie de datos,
fórmulas, pero que no las asume como principios de vida, como convicciones En este ámbito, tenemos que una persona
puede pensar y decir de una forma; pero actuar de otra, debido a la
inautenticidad de su pensamiento que no enraíza en su ser. El pensamiento auténtico expresa el ser
personal. Esto es válido para todo
pensamiento; pero, por sobre todo, para aquellos que dicen relación con los
valores. Gran es la diferencia entre
quien es un mero repetidor de frases memorizadas sobre la justicia y quien las
expresa con fuerza viva, desde lo más íntimo de su ser; porque es justo, porque
vive de acuerdo con ideas que asume como verdades. En el caso de la mentira o hipocresía; la
idea expresada como propia no lo es, porque es otra que se oculta. En el caso de la inautenticidad, falta
convicción sobre lo dicho. Esta
inautenticidad, sumada a la hipocresía del pensamiento, da lugar a la demagogia;
donde abundan las palabras pero el ser esencial no es fuente de las mismas; con
las consiguientes inconsecuencias en el actuar, la falta de compromiso y de
responsabilidad.
No debemos confundir el caso de la inautenticidad con la
incapacidad para expresar la intimidad; pues se trata de personas que tienen
problemas con la comunicación de sus auténticas vivencias.
Raíces de la
inautenticidad
1) Deseo de
adaptarse a lo que se espera de nosotros, a la tendencia social. Nos llevan a un museo y, sin más, nos colocan
ante una obra de arte famosa: como se espera que emitamos expresiones de
admiración, lo hacemos; a pesar de no averiguar qué es lo admirable. Igual, en otros ámbitos, donde la necesidad
de ser incluido, incentiva el populismo inauténtico. Es fácil ver cómo los adultos incentivan a
los niños a una evidente aceptación de modales que pasan a ser repetidos en
forma inauténtica, por cuanto no se enseña a entender, antes, la gratitud sino
que se exige decir gracias.
2) Tendencia a la notoriedad Mientras el ser auténtico ofrece
una personalidad íntegra, consecuente, que emerge desde su ser esencial;
muchos, inauténticamente, elaboran una personalidad - máscara que es sólo exterioridad que
satisface lo snob, atractivo,
destacador.
3) Idea fija
de rendimiento: La necesidad de éxito entendido como eficacia, posición social,
económica, reconocimiento o, inclusive, responder sólo a las necesidades de los
demás, a costa de olvidarse de sí mismos.
Es la transformación del hombre como una especie de bestias de carga
sujetas al arnés de sus obligaciones frente al mundo. “El verdadero ser estaría reducido a una vida
lánguida, insinuándose apenas como un fantasma.
A pesar de los adelantos materiales, de lo que sabe y de lo que puede,
el hombre que corresponde a esta imagen permanece en la infancia. Exteriormente adulto, pero interiormente
inmaduro, lleno de ilusiones, carente de dominio sobre sí mismo, mal defendido
contra las fuerzas del destino, termina por fracasar en la vida porque ha
fallado frente a sí mismo.” (Ob. Cit de
K.G. Durckheim, pág. 36)
La persona
debe ser eficiente, debe responder al mundo, a sus obligaciones pero desde su
ser. “No es el principio de eficiencia el que corrompe al hombre sino el hombre
quien corrompe al principio”. La
eficiencia es auténtica cuando el actuar, la obra o servicio es, al mismo
tiempo, resplandor del propio ser: vocación de ser.
4)
Personalidades histéricas que quieren aparentar ser quienes no son; pues
necesitan suscitar admiración a toda
costa. Estas personalidades sólo son
máscara, exterioridad. No tienen pensamientos, metas ni valores propios de su
ser que yace sepultado por la constante representación de quien no se es. Ricos en apariencias; son nada en esencia. Inquietud, hastío, inestabilidad, búsqueda de
sensaciones, inconstancia; caracterizan estas existencias vacías de intimidad;
donde lo único real es la falsedad o vacío.
En todos
estos casos de inautenticidad, hay un ser ahogado, olvidado, oculto tras lo que
no es. Sentimientos de angustia,
culpabilidad, soledad, sensación de no poder retomar el verdadero camino;
surgen auténticamente desde el ser de estas personas que muchas veces son
envidiadas por su aparente éxito; pues presentan fachadas perfectas,
admirables, aplaudidas. Educar la
sensibilidad implica ayudar al encuentro del hombre consigo mismo; sin ese
encuentro, no hay educación auténtica posible.
l.
La
autenticidad y la inautenticidad en el ámbito de las ideas, puede darse en
distintos momentos:
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