La sensibilidad es la conciencia (vivencia) de sí mismo y
del mundo, de tal modo que acogemos la realidad en todo su ser, valor y
sentido. Educar la sensibilidad es requisito para dar sentido a cualquier
competencia. Por ejemplo, se pide que todo pedagogo logre "Capacidad de
comunicación oral y escrita de manera efectiva, coherente y correcta, en
diversos contextos profesionales".
Pues bien, sin una sensibilidad que sea capaz de hacernos conscientes de
la belleza de una vida, sin una
sensibilidad que sea capaz de hacernos
admirar la bondad de un ser generoso o el sacrificio de amor de una
madre o abuelo, sin una sensibilidad que sea capaz de hacernos vivenciar la
mística que debe existir en un aula... ¿qué sentido tendría personas
competentes en comunicación oral o escrita?
¿Por qué se ha hecho tan habitual
la violencia a través de la palabra; y tanto, que se la ve como normal? ¿Sin sensibilidad estética, podrá haber poesía
y sabrá expresarse amor?
Entendamos mejor a qué llamamos sensibilidad.
No es lo mismo
nuestra sensibilidad humana que nuestra capacidad sensorial: Nuestro sistema nervioso nos pone en contacto con todo
aquello que nos rodea – en un espacio y momento presentes- provocándonos
sensaciones visuales (derivadas de vibraciones electromagnéticas), auditivas
(derivadas de vibraciones del aire), olfativas y gustativas (derivadas de
estímulos químicos), táctiles (derivadas de estímulos mecánicos), térmicas
(derivadas de la relación entre el calor que produce el metabolismo del cuerpo
y el que disipa hacia el entorno), kinestésicas
(derivadas de una especie de lógica del equilibrio y postura corporal,
en relación con el espacio y tiempo, peso y tensión y transmitidas al cerebro
por nervios receptores que se sitúan en músculos, articulaciones y tendones).
Claramente, la
capacidad sensorial no determina la sensibilidad humana. La capacidad sensorial es propia de todo ser
vivo; por supuestos que en unos está más desarrolladas que en otros. Si comparamos algunas de nuestras capacidades
sensoriales con las del perro, podemos decir:
El perro posee entre 230 y 300 millones de células
olfativas; el hombre entre 4 y 5 millones.
Así, un perro es capaz de rastrear a una persona, después de muchas
horas y percibir su olor desde 600 metros de distancia. Es mucho más
desarrollado que el humano lo que les permite localizar con precisión emisiones
sónicas en la oscuridad. Respecto la
audición, el umbral de frecuencia audible del perro se ubica entre los 35,000
Hz (rango denominado ultrasónico) y llega hasta los 100,000 Hz, mientras que el
humano varía entre los 16,000 Hz y 20,000 Hz.
Sin embargo, quien hace del olor una fábrica de sensaciones y del sonido
un arte, es el ser humano.
No es lo mismo nuestra sensibilidad humana que nuestra
capacidad perceptiva: Vamos a llamar
percepción humana a esa capacidad que nos permite elaborar e interpretar las
sensaciones, dándoles un significado importante para nuestra subsistencia: Ese
sabor, olor y temperatura es percibido, por ejemplo, como “helado de pasas al
ron con chocolate”, ese olor es
percibido como “olor a mar”, “papas fritas”, “gas butano”; ese sonido es
percibido como el rugido de un león o un tren…
Percepción y memoria, más estrategias de instrucción, darán lugar a personas
instruidas o eruditas que, al igual que diccionarios, enciclopedias y redes de
información, podrán almacenar y repetir datos, fórmulas, estrategias. Así, el inventor y fabricante de la bomba
atómica, fue una persona muy instruida pero de una gran insensibilidad. Opuestamente, Beethoven…
Mientras en el diccionario y en personas sólo instruidas se
acumulan palabras, datos, fechas, fórmulas, frases con su significado universal
y abstracto, el alma sensible acoge el
valor y sentido que cada realidad tiene en el Universo y para cada uno de nosotros. Un ejemplo clarificador: El diccionario
etimológico nos aclarará que la palabra avión tienen un origen francés “avión”
y éste es, a su vez, una forma aumentativa del latín avis, ave. Por su parte, la OACI (Organización de
Aviación Civil Internacional) definirá avión como “Aerodino propulsado por
motor, que debe su sustentación en vuelo principalmente a reacciones
aerodinámicas ejercidas sobre superficies que permanecen fijas en determinadas
condiciones de vuelo” Cuando en la obra
de Saint Exupery, el Principito pregunta al aviador “¿Qué cosa es esa?” Éste
responde “Eso no es una cosa. Eso vuela. Es un avión, mi avión.” Así es: El aviador se mueve sensiblemente y
reprocha al Principito: “Eso no es una cosa” y luego remarca es “mi avión” Así,
capta el sentido que tiene en su vida: le permite volar y el vuelo para
Saint Exupery implica inspiración, libertad, realización: Ya no se trata de un
concepto abstracto de avión: es su avión, único en el Universo: vinculado con
la historia única de su vida; prolongación de sus potencialidades; por ello lo
cuida… Y el Principito aprenderá a crear vínculos; y captará el sentido único
del zorro y de la rosa:
“El principito fue a ver nuevamente a las rosas: - Ustedes
no son de ningún modo parecidas a mi rosa, ustedes no son nada aún – les dijo.
– Nadie las ha domesticado y ustedes no han domesticado a nadie. Ustedes son
como era mi zorro. No era más que un zorro parecido a cien mil otros. Pero me
hice amigo de él, y ahora es único en el mundo.
Y las rosas estaban muy incómodas.
- Ustedes son bellas, pero están vacías – agregó. – No se
puede morir por ustedes. Seguramente, cualquiera que pase creería que mi rosa
se les parece. Pero ella sola es más importante que todas ustedes, puesto que
es ella a quien he regado. Puesto que es ella a quien abrigué bajo el globo.
Puesto que es ella a quien protegí con la pantalla. Puesto que es ella la rosa
cuyas orugas maté (salvo las dos o tres para las mariposas). Puesto que es ella
a quien escuché quejarse, o alabarse, o incluso a veces callarse. Puesto que es
mí rosa.
En los próximos vídeos Saint Exupery muestra la insensibilidad de los adultos,
prisioneros de las cosas, de lo visible sin más, de los significados
memorizados y vacíos de lo importante: el sentido.
La misma idea trata de expresar el film “El
gran pez”, “Amelie”, “Descubriendo el país de nunca jamás”, “Chocolat”
Si la sensibilidad es la concienciación (vivencia) de sí mismo y del mundo, de tal modo que seamos capaces de acoger la realidad en todo su ser, valor y sentido. Educar la sensibilidad implica que debemos ser capaces de crear situaciones que insten a:
1. Educar el amar
2. Educar la imaginación
3. Educar la fantasía
4. Educar el asombro
5. Educar la conciencia de sí mismo
6. Educar la capacidad de encuentro
7. Educar el entendimiento o conciencia de verdad y sentido
8. Educar la conciencia moral o vivencias del bien
9. Educar la conciencia estética o vivencias de la belleza
Quien educa su sensibilidad, se educa como persona, desde su ser esencial; por lo tanto, su educación será integral lo que se reflejará en una sensibilidad afectiva, estética, moral, histórica, social (interpersonal, familiar, ciudadana), religiosa.
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